Imagínate que suena Hotel California. Imagínate que llevo
tu perfume favorito y el mejor escote listo para disfrutarnos. Imagínate que
estamos en la playa, pero de noche, lejos de la orilla y tumbados en el Audi
que te acaban de regalar porque todo te va de puta madre. Imagínate que aún te
quieres, a pesar de ir a peor. Imagínate que aún te quiero, a pesar de hacerme
mayor. Imagínate que no creo en la idolatría, pero creo en mí contigo. E
imagínate que nos corremos del gusto cada vez que cerramos la boca tras
conversarnos encima. Porque en las noches de pasión dialéctica, el cerebro toma
forma de genital y penetra hábilmente cada una de las húmedas neuronas del
hablante bandido. Eso es follar, y el que diga que no, debe de escasear de
cierto genital para probarlo.
Como creo que el principio del amor es el final de tus principios,
empezaré cargándome los míos para confesarte algo: desde que te conozco, te he
admirado y odiado a partes desiguales. Admiración, sí, que no fanatismo; nunca
te he pedido ni te pediría un autógrafo. Y odio. Sí, muy grande. Porque creo
que nunca has conseguido repatear los cojones de nadie con tanta precisión y
abundancia como lo has hecho con los míos. Porque no sólo te ha bastado con
existir, sino que has tenido que hacer notar que existes, y hacer notar cómo
existes. Y esa es la patada cojonera, tu 'cómo', ya que he tenido la grandísima
suerte de haber nacido con un "yo" interior muy similar al tuyo. Si
hablamos de talentos, ignorando el 'cuánto' y centrándonos en cuáles, todos los
míos se asocian de alguna forma u otra a los tuyos. Desde antes de que te
conociera, y tras haberte conocido. Escritura, música, publicidad, psicología,
capacidad crítica, capacidad comunicativa, flexibilidad mental, romanticismo,
humildad (sí...), incluso a veces el pseudo-nihilismo. Compartimos caminos muy
similares, aunque tú estés ya en la sexta planta del cielo y yo esté en el
parking buscando sitio. Y cada vez que me escucho desde bien adentro y hago lo
que me pide la patata, voy y me topo contigo. Tu existencia, en parte, ha
convertido mi crecimiento personal en una huida de ti para poder ser, y lo que
es peor, una huída de mí para no acabar siendo tú. Y ahora que venga Paulo
Cohelo a venderme consejos para arreglar esto.
-¿Pero por qué puñetas hace esto justo ahora?- se
preguntará nadie.
Porque te veo cayendo. Veo que cada vez escribes más,
pero menos tú. Que cada vez duras más en la pequeña pantalla, pero que me dejas
a la pequeña más bien blanda. Que cada vez te reinventas peor para gustar a un
público cada vez mayor que cada vez te da más igual. Noto que sigues trabajando
con destreza tu marca, quizá mejor que nunca, pero que se te agota el ciclo del
producto. No hablo de éxito público, que sigues petándolo. Hablo de que lo
percibo a nivel interno. Siento algo así como que has puesto el piloto
automático de tu figura pública, que te empiezas a cansar de ser el Risto
Mejide de siempre. Y si fuera así lo entendería, porque como he dicho ya, nos
parecemos mucho por dentro, y yo también me he cansado alguna vez de ser yo.
Pero tu aún tímida decadencia externa no hace otra cosa
que excitarme más porque a medida que tú bajes, y yo suba, menos faltará para
finalmente cruzarnos. Y siento que a mis 22 años estoy en los inicios de algo
grande en mi vida, que esos inicios se parecen a los tuyos y que lejos de
incomodarme, me pone, porque a partir de ellos tú has sido capaz de construir
algo maravilloso. El año pasado conseguí seducir a Toni (todavía nu sé pur qué)
para trabajar 6 meses de copy becario en SCPF. Me molo cantando música rock hasta
que dentro de unos años sienta una poca de vergüenza por haberme atrevido a ser
la voz desafinante ante gente tan talentosa a mi alrededor. Y estoy enamorado
del verbo A-P-R-E-N-D-E-R, con todas sus acepciones (escuchar, pensar,
criticar, fallar, cambiar, viajar, querer, perder,...).
Vale. Ya. No es quizá la mejor idea del mundo ponerse a
escribir sobre uno mismo en una carta de amor dirigida a otra persona. Pero ya
habrás entendido que hablar bien de mí, a estas alturas de mi vida, todavía es
venerarte a ti. Y tratándose de dos egocéntricos como yo y tú, la carta no podía ser muy distinta. ¿El propósito de ésta?
Crecer otro paso, hacer que hablen un poco más sobre ti y sobre mí y, en
especial, abrirme de patas ante ti a plazo indefinido. No es un alegato
homosexual, mi novia no me lo perdonaría. No es ni siquiera una petición de
trabajo inmediato, porque aunque ME ENCANTARÍA, dudo que quieras trabajar con
la versión aún desaliñada de ti.
Se puede decir entonces que esto es la primera página de
una historia de amores propios que por ahora viven ajenos por el bien común.
Así que ya sabes. Si algún día quieres el mal común, sólo
tienes que buscarme, e ir contra mí.
Y yo, que te encontré hace ya tiempo, iré contigo.
@oscarberruezo
#amorcontraRisto
FB: Òscar Berruezo
amor.contra.risto.mejide@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario